Venid y oíd la historia del príncipe Cipollón hecha a la castellana manera por el maestre Agüera que, aunque poco docto en letras, tiene guasa el cabrón. Y os contará del grande llanto que recién llegado de la batalla con la lanza en la mano y sin saber donde templarla le afligía en una villa del país. ¡Ay, pobrecillo de mí! ¿Qué pecado cometí? ¿Por qué merezco tanto dolor cojonil? ¡Vengo de Estambul! ¡Vengo de la Cruzada! ¡Y no hay quien se desahogue con tanta mora tapada! ¡Vengo de Jerusalén! ¡Vengo de Lepanto! ¡Y sabe Dios que no me aguanto! ¡Gracias a él que no quedé manco! Tengo la punta de la lanza como recién salida del herrero. ¿No le podré hallar astillero sin mucha tardanza? Ahora en tierras de Europa la primera mujer que hallar por cierto la ensartaré y ensartaré hasta saciarme. Sea noble o plebeya sea la más fea o muy bella, sea puta o sea doncella, cenicienta o Cinderella, por cierto ensartarela. ¡Ay, mas qué contrariedad cuando quien se cruza es mujer de avanzada edad! Primaveras más de setenta, | una pasa la cara, la boca un abrelatas y un trapo cada teta. Mas Cipollón como cristiano guarda su promesa maldiciendo por san Jorge encontrar tanta aspereza. Y se va riendo la vieja por el lanzazo dejando al príncipe triste y cabizbajo. Pero ya curado del susto y viendo su lanza aún en ristre no tarda en decidirse a buscar mujer más de su gusto. Y vuelve a jurar: a la que se cruce por Cristo y sus santos que la he de ensartar y más le vale ser noble y doncella y además bella pues no me podría resistir, aunque de nuevo fuera la vieja. ¡Ay, qué casualidad, aparece la vieja una vez más! Eso le pasa a Cipollón por no saber callar y blasfemar contra el señor. Y exclama: ¡oh, qué coño…! ¡Venid, que os doy hasta en el moño! Y estando en este trance Cipollón pregunta extrañado: ¿cómo es que antes era un erial y ahora hállolo húmedo y lubricado? ¡Hasta da repelús! Tiene fácil respuesta, caballero: antes era costra y ahora es pus. |
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