25 jun 2015

Cómo Pedrín aprendió a silbar

Este es Pedrín, un niño muy majo y muy bueno.


Pero aun así Pedrín tiene un problema: no sabe silbar.
Todos los compañeros de Pedrín silban juntos.
Pero cuando Pedrín lo intenta, se ríen de él porque cuando lo intenta, suena a pedos.


Pero Pedrín no se pone triste, sino que decide aprender a silbar.
En la biblioteca, Pedrín busca un libro sobre silbidos y encuentra un tomo ominoso encuadernado en piel humana del que mana sangre al abrirlo.
Pedrín lee muy bien el libro mientras los númenes oscuros que contiene retuercen su entendimiento y le inspiran arcanos olvidados.


Pedrín está contento y llama a todos sus compañeros para demostrarles que ya sabe silbar.
Pedrín prepara con cuidado el altar olvidado en el corazón del bosque y cubierto de hiedra para la fiesta de silbidos. ¡Se lo van a pasar genial!
Los compañeros de Pedrín van llegando uno a uno. Primero Julita, luego Mario, luego Adrián y al final María, que siempre llega tarde.
Cuando están todos, empiezan a silbar y dicen a Pedrín que se una, esperando poder reírse otra vez de él.
Pero Pedrín no silba porque está muy ocupado recitando una salmodia gutural jamás entonada para oídos mortales.
Sus compañeros se asustan mucho y Julita es la primera en salir corriendo.


Pero se dan de bruces con los cultistas enmascarados con cabezas de cabra del culto de Pedrín, que los atrapan y arrastran sin piedad al altar olvidado en el corazón del bosque y cubierto de hiedra.


Con la sangre derramada, Pedrín llega a horribles pactos con criaturas infernales para conseguir el poder secreto que ansía, mientras sus cultistas bailan al son de tambores y címbalos.
Y cuando todo acabó a los tres días Pedrín volvió a su casa, feliz y silbando. Había aprendido una valiosa lección sobre la amistad.


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