25 dic 2017

Toni descubre el significado de Dadiván... CON VIOLENCIA

NA NANA NAAA NANA NAAAAA NANA NANA NANAAAAA NANANANANA NANANAAAA

La música de Death to the Idiot sonaba a toda caña en el cuarto de Toni, tumbado en su cama leyendo un cómic del Sargento Carnaza mientras los ojos sin vida de los pósters en las paredes le miraban. Era veinticuatro de diciembre y a sus quince años, le lamía un huevo.

Toc, toc, toc. La puerta sonó tímidamente, incapaz de sobreponerse al alboroto de acordes de gneométal. TOC, TOC, TOC.

Toni al fin decidió darse por enterado y se apartó el flequillo teñido de azul de la cara para responder.

—¿Sí?

—Toni, ¿puedo entrar?

—¡¿Qué?!

—¡Que si puedo entrar!

—¡¿Qué quieres abuelo?!

—¡Entrar!

—¡Desde ahí fuera no te oigo! ¡Entra!

La puerta se abrió para revelar al hombre de setenta años que esperaba al otro lado, con una tirada con cuernos de reno en la cabeza.

—Toni, que si se puede.

—Joder, abuelo, estás sordo.

—¿Qué?

—¿Qué?

Al fin Toni decidió parar la música.

—La comida ya está lista, tus padres me han dicho que venga a buscarte.

—Pues diles que no voy.

—¿Qué? ¿No quieres cenar con la familia?

—No tengo hambre ahora mismo.
—Por lo menos siéntate a la mesa con nosotros. Han venido todos tus primos.

—Pues diles de mi parte que ojalá se atraganten.

—¡Toni, por Dios! ¡En esta casa no se te ha enseñado a faltar así al respeto a la santidad de la Dadiván!

—Sí, sí, lo que sea —volvió a encender la música, haciendo saltar ligeramente a su abuelo del susto—. Ahora vete a comer y déjame en paz.

El abuelo se fue murmurando insultos que había aprendido de los drusos durante la Gran Guerra.

Toni se disponía a volver a su cómic, pero miró de reojo el despertador. Las 10:23. Solo quedaba un minuto para que llegara el único regalo de Dadiván que realmente le importaba.

Abrió su armario. Escondida entre los montones de revistas pornográficas, había una especie de cuerda improvisada, hecha a partir de varias sábanas atadas por las esquinas. Lo había visto en una película hacía tiempo y siempre había querido probarlo. Hoy era la oportunidad perfecta.

Ató una punta a la pata de su cama y echó el resto por la ventana. Con algo de dificultad, se agarró a ella y saltó hacia fuera.

PLOMF

Como era de esperar, las sábanas cedieron ante su peso, haciendo que cayera contra el suelo. Le dolía todo, pero no parecía tener nada roto, así que se levantó y se sacudió los restos de tierra. Por suerte, nadie se había enterado de nada dentro de casa. Estaban en modo villancico.

—Eh, chico, ¿estás bien? —preguntó la voz de una figura que emergía de entre unos arbustos decorativos.

Toni miró arriba y lo vio, era la persona que estaba esperando: un tipo con pinta de macarra, una chaqueta con el logo de Camel y una gorra con dibujos de turbante. No cabía duda de que era él.

—Sí, sí. ¿Tienes lo mío? —dijo el chaval.

—Más importante, colega, ¿tienes tú lo mío? Esa no es una actitud que puedas usar con un Rey Vago si no tienes la pasta lista.

—Tranqui, lo tengo.

—Quiero verlo.

Toni, dudoso, se metió la mano en el bolsillo y sacó seis mil chens que había conseguido reunir en aguinaldos varios durante la pascua. El Rey Vago asintió y lo cogió con un movimiento digno de prestidigitador.

—¡Eh!

—Cálmate, chaval, tengo lo tuyo aquí.

Se metió las manos por debajo de la chaqueta sin desabrocharla, rebuscó un poco y al fin extrajo una bolsita con una sustancia verduzca en el interior.

—Veinte gramos de liquidillo verde en polvo, como acordamos.

—¡Genial!

Toni se dispuso a cogerlo, pero entonces se oyó una horrible carcajada. HAHAHAHAHAHA

—¡Oh, mierda! —fue todo lo que el Rey Vago alcanzó a decir antes de que un todoterreno girara la esquina a toda leche y se empotrara directamente contra la casa de Toni, a punto de atropellarlos a ambos si no hubieran saltado fuera de la trayectoria.

Cuando pudo mirar, Toni vio que el monstruo de acero deformado que ahora humeaba contra su fachada estaba pintado como si fuese un trineo.

La puerta salió despedida de una patada y salió un pie peludo enfundado en una pernera roja y sucia con el reborde blanco.

La risa se incrementó. HIHIHIHIHIHIHIHIHIHIHI

El Rey Vago se dio prisa a ponerse de pie para afrontar la horrible figura que se cernía sobre ellos desde el vehículo. Papá Gnol en toda su gloria, con su mayal en la diestra y un cuchillo jamonero ensangrentado en la siniestra.

HEHEHEHEHEHEHEHEHEHEHEHEHEHEHE

El hombre hiena se puso a correr en dirección a Toni, que aún estaba tratando de procesar lo que estaba sucediendo. Alzó su mayal sobre la cabeza del adolescente que se encogió, cerrando los ojos y cubriéndose la cara con los brazos.

CLANK

Un sonido metálico llegó a los oídos de Toni. Cuando abrió los ojos, pudo ver al Rey Vago, bloqueando el mayal de Papá Gnol con su cimitarra.

—Chaval, va a ser mejor que te vuelvas a casa, esto va a ponerse chungo.
Papá Gnol apretó los dientes y trató de clavarle al narcotraficante el cuchillo en un costado. El Rey Vago le dio una patada en la mano, mandando a volar el cubierto, que se clavó en el jardín de la casa de la casa de Toni. Papá Gnol gruñó.

Toni se mantuvo inmóvil, inseguro de qué tenía que hacer.

—¡Tío, en serio, vete! —le gritó el narcotraficante.

Papá Gnol retrocedió de un salto, esquivando el sablazo del Rey Vago. Dirigió la vista al cuchillo clavado en el suelo, y volvió a reír nerviosamente, corriendo hacia él: HUAHUAHUAHUAHUA

—Que no, que no me voy.

—¡Tío, que te va a matar!

—¡Y dentro me obligarán a cantar villancicos! ¡Eso es peor que la muerte!

El Rey Vago pensó en lo que acababa de oír durante un par de segundos, pero su meditación se vio interrumpida por el cuchillo jamonero, que pasó volando a escasos centímetros de su cuello.

—¡Joder!

HAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA

Papá Gnol agitó furiosamente su mayal. Sin embargo, esta vez no cargó contra ninguno de los presentes y se quedó quieto mientras que el volumen de sus risas aumentaba. Por un momento se calló. El Rey Vago adoptó una pose defensiva mientras le señalaba con gestos a Toni que se metiera en casa cagando leches. Toni estaba de brazos cruzados, enfurruñado.

hahahahahabrrrrrrrrrhahahaha

Se oía una risa a lo lejos, acompañada de un leve zumbido.

BRMMMBRMMMMMMhahahahahahahaBRRRRRRrrrr

El ruido se acercaba.

BWAHAHAHAHAHA BRRMMMRMMMMBRMMMM

No menos de una docena de motos aparecieron en el jardín de la casa de Toni, destrozando completamente prácticamente todas las plantas que aún quedaban en pie. Sus conductores, una docena de gnols vestidos de reno, reían sin parar.

—¡A la mierda todo! ¡Chicos, salid, esta noche tenemos fiesta!

De entre los arbustos salieron no menos de diez Reyes Vagos, todos ellos ataviados como el que había tratado con Toni.

En este momento Toni se dio cuenta de que irse a casa a cenar con su familia (si es que seguían todos vivos después de que Papá Gnol hubiese estampado su todoterreno dadiveño) era realmente el menor de sus problemas.

No solo seguían vivos, sino que estaban sentados, cenando y riendo. La calidez del comedor lo golpeó comparado con el frío de la noche de diciembre. Contempló a todos sus parientes confraternizando y atacando el pavo. Y entonces volvió a mirar por la ventana la guerra de bandas que se desarrollaba fuera, en el jardín de atrás. En ese momento colapsó, buscó el asiento que le correspondía y empezó a comer.

El abuelo, al verlo, arrancó a reír.

—JAJAJAJAJAJAJAJAJA MALANDRÍN ¡Ahora por fin entiendes el verdadero sentido de Dadiván! JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA ¡No puedes escapar de Dadiván! JAJAJAJAJAJAJA

Y a medida que su risa continuaba y continuaba, se iba poniendo más y más rojo como un globo a punto de reventar hasta que de pronto paró en seco y se cayó con toda la silla.

—¡Mamá al abuelo le ha dado una apoplejía de tanto reírse!

—¡Oh, Cthulhucristo!

Varios cócteles molotov atravesaron las cristaleras y prendieron fuego a la mesa y a la moqueta. La gente empezó a evacuar de forma ordenada. Excepto Toni, que estuvo un rato sentado a pesar de las llamadas de sus padres, sintiendo cómo las llamas se cerraban a su alrededor, con la mirada perdida en los restos de comida en su plato.

Finalmente, cubierto de hollín y ligeramente en llamas salió fuera. Sus padres lo esperaban con un regalo. Los sonidos de lucha llegaban con fuerza desde el otro lado de la casa.

—Toma, Toni, es lo único que hemos podido salvar para ti.

Toni lo miró por un momento y respondió robóticamente:

—El mejor regalo es estar con vosotros.

A su espalda, la casa voló por los aires cuando el fuego llegó a la bombona de gas.

Fin.

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