Hace unos días, Antonio Gomiérrez, profesor de historia medieval en la Universidad de Pork se vio obligado a reformar su programación académica para el resto del curso ante las quejas de algunos de sus colegas. ¿La razón? En la bibliografía recomendada figuraban numerosos álbumes de power metal que el profesor empleaba como material para dar sus clases."Se nos había pasado completamente por alto", reconoce la rectoría, "pero no podemos consentir que se usen obras de ficción tan descabelladas para dar clase. Es un misterio cómo ha podido ocurrir dado que las programaciones didácticas siempre son leídas y revisadas concienzudamente. Por supuesto".
El doctor Gomiérrez, por su parte, se quejaba en estos términos: "las teorías mainstream no pueden afectar a la libertad de cátedra", aseguraba, junto con que las fuentes que empleaba, si bien no muy académicas, eran adecuadas y, sobre todo, fieles a los hechos históricos. "No podemos formar a buenos historiadores si no saben lo que ocurrió en la Gran Guerra de los Dragones o en el Paso de los Malditos. ¡O si no saben adorar bien a Odín! ¡¿Adónde vamos a llegas?!", se lamentaba.
"Es verdad que algunas veces pueden ser un poquito exagerados", reconocía, "pero si viera usted algunos estudios académicos... Y si el 90% de lo que cuentan no fuera verdad, yo no sabría qué hacer con mi vida. Además, los alumnos no se han quejado".
"Psá, es mejor escuchar un disco de una hora lleno de guitarras sobre tíos muriendo en batallas épicas que leerse un tochaco infumable, supongo", aseguraba uno de los estudiantes de primer curso.
"Por supuesto que la leemos todas", seguía insistiendo el rector.
Después de que este hecho saliera a la luz, la facultad ha comenzado una rerrevisión de todas las programaciones y, por ahora, ha encontrado veinticinco en blanco, tres escaneos de una fotocopia, una que está rellanada con un poema muy largo y otra que es solo varias páginas en las que solo pone "joróbate, rector" una y otra vez.
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