Tu ciudad se verá envuelta por enormes peleas de helados en las que cucuruchos, polos y granizados volarán a diestro y siniestro. Considerarás deshacer personalmente el entuerto, pero al final decidirás no hacerlo, que es quitarle la diversión a gente que se ha pasado dos años encerrada en casa. Aparte de eso, te pasarás todo el mes entrenando para cuando venga el siguiente demonio o amenaza de nivel cósmico. Alguien tiene que hacerlo.
Tus instintos de ermitaño te dirán que alguien ha envenenado varios helados de un puesto, así que decidirás interrumpir brevemente tu ascetismo para solucionarlo todo. El problema es que la gente no está usando esos helados para comer, sino para lanzarlos entre sí... y como se lo están pasando tan bien no es plan de aguarles la fiesta. Acabarás yendo en persona a desintoxicar los helados con tus artes de ermitaño mientras vuelan por los aires, sin molestar a los que lo están pasando bien. Mientras lo haces, sentirás todo el tiempo una presencia oscura, como si alguien estuviese observando tus labores de sanador y no le gustase lo que viese. Qué mal rollo.
Tu experiencia el mes pasado te dejará más que claro que aún no estás preparado para salir a la calle, así que te pasarás todo el mes entrenando para ello. Te pondrás al lado de la ventana para que te coja el sol (siempre indirectamente, por supuesto), harás algo de ejercicio para dejar de ser una bola con patas (¡y hasta perderás algo de peso!) y... básicamente desperdiciarás el resto de tu tiempo jugando a juegos de citas con la excusa de que "es un entrenamiento para tratar con personas reales". Bueno, por lo menos lo estás intentando, que al final es lo importante.
Tanto tú como tu hermano gemelo veréis a gente pelearse con helados, así que, para combatir el calor, se os ocurrirá pelearos lanzando helados uno al otro. La cosa se irá bastante de madre, y al final las fuerzas del orden os obligarán a limpiar el desastre, pero al final del día tendréis un bonito recuerdo, y habréis apoyado a un pequeño negocio con todos los helados que habéis comprado. Una pena que no os hayáis comido ni uno solo de ellos, estaban hechos con leche de la buena.
Considerarás bajar a por un helado, pero al final no lo harás. Hay que cuidar la figura para el año que viene.
En tus esfuerzos por recuperar tu placer por hacer maldades, tratarás de revivir el clásico de "robarle un caramelo a un niño". Aunque realmente, con tu historial, nadie dejaría a sus niños u otras personas influenciables en tu presencia, así que te acabarás decantando por robar un helado a la primera persona que veas comprar uno en un puesto de helados. Con tan mala suerte que será alguien con músculos grandes como toneles que no tendrá ninguna clase de problema en darte una hostia de esas que pierdes el conocimiento unos segundos. Empezarás a pensar que eso de hacer maldades al final no renta, pero no... Sería traicionar a tu verdadero yo. ¿Qué diría tu yo del pasado?
Decidirás meter helados envenenados entre los helados normales de un puesto de helados. Por nada en especial, realmente, simplemente sentirás una fuerte pulsión a hacer maldades por algún motivo. Como si el universo estuviese usándote para equilibrar el balance de algún modo. O quizás es solo que te has aburrido de bañarte en tu piscina de dinero y quieres hacer algo más animado.
Alguien te intentará robar tu helado (hecho con la mejor leche de tus vacas para más inri) y... básicamente le calzarás una hostia que lo tirarás al suelo. De esas que se ponen a cámara lenta en las películas para que la audiencia sea capaz de comprender lo mucho que duelen. La cosa se acabará yendo de madre y otra gente empezará a pelearse lanzándose helados y similares, pero a ti no te importará demasiado: te limitarás a coger otro helado (el que te habían robado al final acabará en la camiseta de un viandante), llamar a una ambulancia para el convaleciente e irte antes de que llegue la policía.
Un día mientras estás de paseo, te caerá un helado por dentro de la camiseta. Obviamente, al contacto del hielo con el cuerpo, te bajarán las defensas automáticamente y cogerás un buen resfriado. Y una yaga en la boca, por si fuera poco.
A través de tu clarividencia, verás que los ermitaños que han empezado a aparecer en el mundo están empezando a desfacer entuertos como si fuese cosa suya. Alguien va a tener que darles una lección un día de esos... Es decir, no es envidia, no. Es... que al final seguro que no saben usar sus poderes y van a acabar haciendo más mal que bien. Sí, es exactamente eso.
Abrirás un puesto de helados, y básicamente te forrarás. Solo habrá un par de personas que se los coman, pero de la nada empezará a aparecer gente que te comprará todo el stock para lanzárselos unos a los otros como si fuesen tomates. Lo dejarán todo hecho un cristo y tendrá que intervenir la policía al final (con la suerte de que esta vez sí que tenías los documentos apropiados para montar el puesto y vender helados en él, por una vez en tu vida), pero al final lo que cuenta es que te lo sacarán absolutamente todo de las manos. Ahora a guardar todo eso en un colchón y pensar en un negocio para el otoño.
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