Su condición única en la historia de la medicina le mantuvo expulsando gases de forma oral e ininterrumpida durante casi la mitad de su vida, 1436 días exactamente, que él describía por medio del escrito como un "infierno constante". Cuando su cuerpo finalmente se vació, su vida se apagó con él.
Este hecho, aunque supone un descanso para la familia, ha significado un duro revés para el pueblo natal del señor Ramírez, donde vivió toda su vida excepto el tiempo de la mili: Montaguado de la Reinilla. Los vecinos de la localidad, lejos de mirar con malos ojos a Joaquín, abrazaron su condición y establecieron una pequeña industria turística a su alrededor que no ha hecho más que crecer desde que la flatulencia superó los tres años de duración.
Hoy los hemos encontrado abatidos por la pérdida de su paisano y preocupados por lo que esta pueda suponer para la economía local y sus empleos, ahora que las visitas para oír a Juaquín se reducirán drásticamente y, con ellas, las ventas de recuerdos, gas embotellado, antiácidos personalizados y entradas de conciertos semanales.
Según nos cuentan, todo comenzó cuando Joaquín consumió un cocido de alto tonelaje en 1994, produciéndole una reacción química de proporciones astronómicas, pero sin más efectos negativos que una breve estancia en el hospital y su sempiterno regüeldo, que nunca lo apartó de su trabajo como albañil.
Su familia no ha querido hacer declaraciones, rogando a la prensa que respeten su duelo.
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