Al parecer, la prueba definitiva fue una mancha en la lente del telescopio de Galileo Galilei, que aún se conserva y pudo ser estudiado. Al parecer la composición de la mancha era carne picada con tomate, lo que pudo haberle llevado a observar por error un gigante gaseoso.
A lo largo de la historia, numerosos astrónomos y otros estudiosos se habrían dejado llevar a engaño por mapas estelares en los que la presencia de Júpiter se seguía perpetuando por la incultura de los impresores. Dado que su nombre y descripción era repetida incansablemente en libros, manuales y publicaciones, la comunidad científica simplemente llegó al consenso de que TENÍA que existir.
No obstante, tras cuidadosas observaciones desde el observatorio de Matalosperros, se ha llegado a la conclusión de que en efecto esa parte del sistema solar está exenta de cualquier planeta y las diferencias gravitatorias pueden explicarse por la presencia de una gran cantidad de asteroides con forma de culo, tormentas solares, materia W errante y Urano haciendo cosas raras como de costumbre. "En serio, Urano? ¿En serio?", se cuestionaban los frustrados investigadores, afeándole su actitud.
Los numerosos cuerpos jovianos habrían sido invenciones de varios astrónomos ansiosos de material para publicar, por lo que no ha podido confirmarse la existencia de ninguna de las lunas.
Como consecuencia de este descubrimiento, varios miembros de la comunidad científica han tenido que disculparse por este despiste y sus graves efectos sobre mujeres y minorías raciales. "No obstante no debemos preocuparnos", añadieron. "En otros sistemas estelares hay cuerpos jovianos a patadas. No nos van a faltar. Además, este espacio abierto que hemos descubierto nos va a venir bien, por si alguna vez tenemos que redecorar".
A Saturno, ahora convertido en el mayor cuerpo del sistema solar, le fue tomado juramento esta mañana y accedió inmediatamente al cargo.
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