Erase una vez un avaro y molesto negrero llamado Filippo al que no le importaba putear a sus empleados... los hacía trabajar día y noche 24 horas seguidas en 2 turnos mal remunerados, es mas... ni siquiera les daba días de vacaciones ni nada por el estilo.
Era el tirano mas rico del lugar, comía en los mejores restaurantes, se tiraba a las mejores fulanas, hacía contrabando con la mejor maría de la ciudad y era mas agarrao que un banquero.
Un día mientras estaba azotando a sus empleados con su látigo del 8 tomándose a la vez una copa de anís y riendo a carcajadas... de repente, el tiempo se paró, y apareció un tipo de aspecto siniestro delante de sus ojos.
—Hola Filippo... ¿que tal lo llevas?
—Aquí andamos... cansado de tanto mover la muñeca que pulsa el botón de azotar...
—Bueno... estoy aquí para recordarte el sentido del dadiván... que es una copia descarada de la navidad pero sin motivos religiosos y sopitas de ajo a tutiplen... Soy el fantasma de las dadivanes pasadas, presentes y futuras... ¿Por qué todo junto?... pues porque el espacio bloguero es limitado y no quiero aburrir al lector.
—Guay, ¿A donde me llevas? ¿regalan algo? de donde venimos... a donde vamos... y lo que es mas importante... ¿cuanto me vas a cobrar?
—La respuesta a todas esas cosas NO las encontrarás en el proximo viaje.
Sin mediar mas palabra fueron transportados al pasadopresentefuturo, un tiempo en el que todo lo conocible se entremezcla...—
—Ale... ya estamos... verás, este es el pasadopresentefuturo... como puedes apreciar en ese esquinazo está tu abuela cuando todavía le quedaban dientes junto a tu madre cuando también le quedaban dientes y tu primo Francisco cuando no se metía coca y tenia también todos los dientes...
En el otro esquinazo tienes a tus hijos actuales extorsionando a esa pobre anciana y robandole sus tangas a su hija... que poca vergüenza.
Mira allí, ¿Ves el tipo flacucho con el ojete dilatado detrás de esos barrotes?
—¿El que está siendo apaleado por esa gente?
—Exacto, ese eres tu dentro de 5 años cuando te pille la guardia civil tus fiascos a hacienda por culpa de un trabajador al que despediste la semana anterior... ¿Comprendes a donde quiero llegar a parar?
—Oh, dios mio... cuan ciego he estado todo este tiempo... gracias fantasma de las dadivanes pasadas, presentes y futuras...
—Y así Fue como Filippo cambió... cambió de cuenta y pasó todo su dinero a suiza en una cuenta intocable, mató al trabajador que lo delataría en un futuro y escondió su cadaver en una biblioteca donde se aseguró que nadie lo viera porque nadie visitaría nunca dicho lugar.
Moraleja: Mas vale que si eres un trabajador descontento no le visite a tu jefe un fantasma.
Disculpad el retraso, y disculpad también que llegue tarde, pero por motivos personales, no me ha sido posible traeros la tira de cosas de esta semana tan pronto como de costumbre.
En esta ocasión contamos con la primera (y espero que no sea la última) colaboración de alguien ajeno a Monifate S.A.
Gracias Murci por la cosa que jode.
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Muchos, oh ignorantes gusanos, seguramente habréis caído en el error de considerar que Papá Noel no es sino un producto de la superstición popular basada en el obispo licio San Nicolás cuya leyenda se extendió por Europa hasta alcanzar los Países Bajos donde fue nombrado Sinterklaas. Y que, más tarde, al dar el salto sobre el charco, los americanos lo llamaron Santa Claus para poder pronunciarlo. Y que, una vez popularizado por Caca ColaTM y haber vuelto a Europa con nombres como Father Christmas en el Reino Unido o Pére Noél en Francia en España tradujimos éste a medias y lo llamamos Papá Noel. Pues no, cerebros de reptil, la historia tiene mucha más miga.
Durante la primera dadivan cierto árbol de dadivan —o de saturnalia, como gustaba hacerse llamar— viajó al pasado en un taxi volador y, al caer en el año 3 a. C. coincidiendo con el nacimiento de Cristo, se encontró con tres amables reyes-astrólogos con los que mantuvo intenso tráfico carnal. De tan inefable unión nació un lustroso melón barbilampiño que más tarde sería conocido como Papá Noel.
Siendo de común conocimiento que el embarazo de un árbol del día de Mitra se prolonga durante años, fue su comadrón el mismo Jesús Hong, que había aprendido sus artes médicas del maestro Segata tras haber perdido la sensibilidad en todo el cuerpo a base de leche neta (sobre todo en el PEENE). Con esta coincidencia se completó la santa Claus trinidad al ser Jesús Hong el hijo, Papá Noel el padre y el espíritu santo el Santo Pato Auroleado que violó repetidas veces a María mientras esta lavaba distraída en el río, para luego ocultar magistralmente sus pruebas.
Mas no está de más añadir que siendo Papá Noel su propio abuelo en forma de Santa Claus —concibió a los Reyes Magos después de un atracón de fabada— viajó a su vez en el tiempo compartiendo taxi con el árbol del festival del nacimiento del sol invicto y retó a Jesús Hong a un combate de artes marciales. Tras ser patéticamente derrotado en el antiguo arte del Tetris, Hong se vio obligado a volver atrás en el tiempo y obligar a su yo del pasado a aprender medicina para traer a luz al melón que sería Papá Noel.
Y eso, hijos míos, es el origen del Tetris. Pasando por alto la parte en la que Herodes, borracho como una cuba, persigue a Jesús y al melón queriendo en hendirlos con su espada para comerse una tajada, que es la explicación de las fases de la luna.
Hala, feliz solsticio de invierno. Por cierto, después de redactarlo nos encontramos con esto buscando imágenes: http://en.wikipedia.org/wiki/Santa_Claus_melon
Hoy, 38 de Dadivan y alrededores, los investigadores de monifate han descubierto que uno de los personajes de actualidad, Islandia, ha hecho las maletas y se ha marchado a América. Según sus vecinos, se va a ver a su hermana perdida, Canadá, al cual no visitaba desde hacía millones de años. "Me alegro por Islandia y su futura reconciliación con Canadá" dijo N. al respecto. "Es tan emotivo que casi me echo a llorar. Pero luego descubrí que soy un enorme pedazo de tierra y no tengo glándulas lacrimales" alegó S. "Tíos ¿Quereis una cerveza?" puntualizó I.
Posición de Islandia cuando nuestro satélite sacó la foto del radar
Por otra parte, nuestros investigadores han especulado que tal vez Islandia hiciese su viaje para visitar a Groenlandia y el reencuentro con Canadá fuese sólo una tapadera que ofrecer a los medios. Esto puede hacernos pensar que tal vez Islandia y Groenlandia sean algo más que amigos, como afirmaban en una entrevista hace un par de milenios. Según la declaración de M.K.: "Esos dos están más liados que Bélgica y Luxemburgo". Además, consiguió sacarles un par de fotos retozando en el Atlántico norte. La madre de Groenlandia, Dinamarca, no ha ofrecido ninguna declaración al respecto.
Fotos cortesía de M.K.
Sea como sea, hemos recibido información desde América. Según E.E.U.U. "Canadá es una zorra y cualquier día le vuelo el melón, pero he de reconocer que el reencuentro con su hermana ha sido terriblemente emotivo y nauseabundo". Otros países no han declarado al respecto por no poder ser partícipes del evento por su escasa movilidad geográfica.
En última instancia, contamos con la opinión de los islandeses: "Lo que nos faltaba. Primero erupciones volcánicas y ahora terremotos".
Y aquí concluye la entrada de mi cumpleaños. Espero que os alegre algo por el hecho de que este año tampoco os ha tocado ni una cesta de regalo en la lotería.
Pista 3: CASBA
Dejamos a nuestro grupo de música favorito en la cárcel… Esa noche cenaron bien —y había frijoles, por si alguien se lo pregunta— y durmieron a cubierto, es más de lo que podían pedir. Incluso tuvieron un poco de contacto humano cuando ejercieron sobre ellos la brutalidad policial. Vivían como reyes.
—Jefe, ¡croa!, ¿cuándo desayunamos?
—Eso digo yo… —Álex se volvió a las rejas—. Agente, ¿qué hay de desayuno?
—No hay desayuno.
—¡¿Qué?! ¡Croa!
—Pero si es la comida más importante del día… Sin contar el segundo desayuno.
—¡Pues no hay ningún desayuno!
—¡Quiere matarnos de hambre! —chilló Genutto.
El agente no respondió. Su compañero había salido de patrulla y él había tenido que quedarse ahí vigilando a esa cuadrilla de anormales. Decidió dedicar la mayor parte se su atención al “Marca”.
—Disculpe —dijo una voz femenina desde la entrada de la garita.
Había algo en aquella voz que recordaba al tacto de la seda.
El policía bajó rápidamente su periódico, que ocultaba a una veinteañera de rostro angelical e ingente —ingente, ingente— escote que le miraba desde la puerta.
—Pa-pase —invitó el agente una vez recuperado del shock inicial.
—Vamos, cariño —dijo mientras entraba.
Tras ella irrumpió en comistrería un tipo bajito con toda la cara cubierta de un tardío acné juvenil —excepto las gafas— y vestido con una camisa lisa (¡rima!) pésimamente combinada con unos pantalones de pana. El policía no pudo evitar arrugar la nariz un momento.
En esos instantes Álex se estaba alisando la falda sin prestar atención a la moza. Los demás, sobresaltados, miraron a la chica, luego a Álex, luego otra vez a la chica y de nuevo a Álex, hasta que Genutto terminó preguntando atropelladamente:
—¡Jefe! ¿Estás bien?
—Claro, ¿por qué no iba a estarlo?
—¡Ha entrado una belleza y no has hecho nada!
Álex dirigió una mirada de soslayo a la despampanante chica.
—Supongo que tampoco es para tanto.
Todos en la celda, incluso Pitch, quedaron boquiabiertos.
—¡Patrón! —sollozó Tomás.
—¡Esto es por el hambre, cabrón! —gritó Genutto al policía agarrándose a las rejas—. ¡Asesino! ¡Trae el desayuno!
—¡Callaos, chalados! —les espetó el guardia dando con la porra en las rejas.
—¡Croa! —le graznó Genutto mientras retrocedía.
El policía volvió para atender a la ciudadanía:
—¿Qué desea? —le dijo a la chica ignorando en gran medida a su acompañante.
—Querría denunciar un robo —le contestó ella ruborizándose un poco y juntando los brazos de forma que resaltase más su brillante pechonalidad.
—Por supuesto —respondió el guardia al que, de ser esto una serie anime, ya le caería un hilito de sangre por la nariz—. Voy a buscar los impresos.
Se giró y empezó a registrar los archivos.
—Vaya, puede que tarde un poco, señorita —dijo—. Esto es un caos… A ver cuándo nos ponen un ordenador.
Mientras no miraba la chica se fijó en un pesado pisapapeles con forma de caballo que había sobre la mesa. Llamó la atención de su compañero y empezó a hacerle señas con la cabeza y los ojos, señalando primero al caballo y después al agente. Él se encogió de hombros, con lo que sólo logró que los gestos de ella fuesen más exagerado, lo que sólo llevo a que él se encogiera más profundamente de hombros sin entenderla.
—¡Oh, maldita sea…! —blasfemó el policía cuando se le cayeron algunos papeles y se arrodilló a recogerlos.
La chica cogió el equino pisapapeles y le explicó a su compañero nerd los gestos que debía llevar a cabo para estrellárselo en la cabeza al guardia. No obstante aquél continuaba en la más profunda incomprensión y se hundía poco a poco en un mar de frustración… del que intentó salir encogiéndose de hombros.
—Eh, creo que lo he encontrado… —dijo triunfante el agente—. Ah, no, es la lista de la compra del mes pasado. ¡Bleh!
Ya desesperada se puso en pie aún con el caballito entre manos, señaló directamente a su compañero, caminó hasta el guardia que aún les daba la espalda y empezó a gesticular con el contundente adorno como si le golpease la cabeza con él. Una vez hecho esto volvió a su sitio y le sonrió al nerd… que se encogió de hombros. Ella se llevó una mano a la cara, le empujó el pisapapeles contra el pecho para que lo cogiera y se sentó, derrotada.
—¡Lo que quiere es que le arrees en la cabeza! —le gritó Genutto.
Al oír el grito el guardia se giró hacia él, le dirigió una mirada cargada de algo que era poco definible como simpatía y luego giró un poco.
—¡Eh, tú! ¡¿Qué haces con eso?! —le espetó al nerd cuando le vio el adorno en las manos.
—Yo… yo… —alcanzó este a decir.
—¡Suelta eso!
Repentinamente sintió como le agarraban de los hombros y notó un par nada desdeñable de bultos en la espalda.
—Agente, no grite, me asusta —le dijo la muchacha al oído mientras guiñaba el ojo a su compañero.
—Disculpe, señorita, pero es que este impresentable…
Ella seguía haciéndole señales.
—No le haga caso, ¿por qué no se vuelve y me tranquiliza?
El policía se volvió encantado, pero en ese momento el chaval comprendió a cuento de qué venían todos los gestos. Cerró los ojos, agarró el caballo con ambas manos y lo lanzó con tan buena suerte —Dios nos castigue si fue puntería— que se estrelló en la nuca del agente, que cayó redondo.
La chica tomó las llaves del cinturón del policía y abrió la puerta de la celda. Los Steel Bitch le dirigieron miradas intrigadas.
—Si vuestra intención es robarnos tenemos malas noticias —explicó Álex.
—¡No! —exclamó la chica adelantándose y cogiéndole las manos a Álex, que se sobresaltó —. Hemos venido a liberaros.
—¿Quiénes sois? ¡Croa!
—Yo soy Mirelle —respondió la chica.
—Y yo Agustín —dijo el otro, que se había quedado en la puerta.
—Nadie te ha preguntado —le espetó la chica para luego volverse para hablar al grupo, pero especialmente a Álex—. Somos de la CASBA.
—¿De la casbah?
—No, de la CASBA; la Cofradía de Aficionados a Steel Bitch Anónimos.
Álex dibujó una media sonrisa y se volvió hacia Genutto.
—¿Qué te dije de las oleadas de fans?
—¡Seh! —exclamó el pseudotengu.
—¿Y cuántos sois exactamente? ¿Cincuenta? ¿Cien? —preguntó volviéndose hacia Mirelle.
—Tres.
Álex se mostró ligeramente desilusionado.
—Pero no hay tiempo para eso, tenemos que sacaros de aquí.
—Eh, eh, más despacio, pequeña —la detuvo Álex—. ¿Cómo que sacarnos de aquí?
—Pues… —dudó ella—. Estáis en un calabozo, se supone que querréis salir…
—¡De eso nada! —gritó Genutto.
—No. No, señor —corroboró Tomás.
Mirelle los miró extrañada.
—Aquí tenemos comida, techo y cama —explicó Álex.
—Aunque no haya desayuno —corroboró Genutto.
—¿Qué será de nosotros si salimos? —continuó Álex—. Nah, gracias, pero nos que…
Se vio interrumpido por la repentina irrupción de otra persona. Se trataba de un veinteañero tan obeso que los rasgos del Chuck Norris de su camiseta estaban terriblemente deformados. Entró todo lo precipitadamente que sus lorzas le permitieron y gritó a la chica.
—Hermanita, ¿venís o no? Tener tanto tiempo arrancado el coche sin moverme gasta gasolina… Y seguramente esos policías malos volverán de un momento a otro.
Mirelle se dirigió a los Steel Bitch.
—Se acabó, ya habéis oído a Tadeo, vais a venir os guste o no.
Y ni corta ni perezosa cogió del cuello a Genutto y Álex, cada uno bajo un brazo y los arrastró hacia la salida.
—Agustín —llamó mientras salía—. Trae a los demás.
Éste, repentinamente asustado, miró a Pitch y a Tomás, que le dirigían miradas asesinas. Tragó saliva, hizo de tripas corazón y se acercó a ellos. Cuando ya creía que era hombre muerto Tomás le paró alzando la mano y salió el mismo, con Pitch subida a su cabeza, en pos de sus compañeros.
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El coche del que Tadeo había hablado era una espaciosa furgoneta. Él y Mirelle ocupaban el asiento del conductor y el copiloto respectivamente. Los Steel Bitch y Agustín iban en la parte de atrás.
—Os sigo instando a que nos devolváis al calabozo —se quejaba enérgicamente Álex—. Si tan aficionados nuestros sois hacednos ese favor…
—Calla de una vez —le espetó Mirelle.
—¿Y cómo es que nos conoséis, chamacos? —preguntó Tomás, que no lo encontraba tan natural como los demás.
—Encontramos vuestro disco por casualidad en una papelera —le explicó Agustín—. Es tan humunguoso que…
—Vaya, gracias —dijo Álex, halagado.
—Vuestra página web mola un montón —añadió Tadeo mientras conducía.
—¡Croa! No tenemos web…
—Sí desde que nosotros os la montamos —exclamó con orgullo Agustín sacando un portátil y mostrándoles una web con su logo—. No os imagináis la de visitas que tiene gracias a la palabra “bitch”.
—Así fue como yo os conocí… Y a estos impresentables —corroboró Mirelle.
—¿Enlace de descargas? —se sorprendió Álex—. Normal que vendamos tan poco… Nuestras legiones de fans se descargan nuestro disco de la red…
—¿Tienes algún danmaku ahí? —preguntó esperanzado Genutto.
—No, sólo el “Pinball”…
—Servirá —exclamó el pseudotengu arrebatándole el ordenador de las manos y empezando a jugar.
Se cernió sobre el lugar un silencio incómodo mientras los integrantes del grupo no sabían qué hacer (excepción hecha de Genutto) y Agustín les miraba extasiado.
—¿Y cuándo decís que nos devolveréis a la comisaría? —preguntó Álex para romper el susodicho silencio.
—¡Nunca, maldita sea! —le gritó Mirelle, enfadada.
—Hermanita, no grites que me distraes —le informó Tadeo—. Y hay que conducir con precaución.
—¡No me digas lo que tengo que hacer, gordo! —le respondió dándole un soberano capón.
—No estoy gordo, soy fuertote… —replicó mientras los ojos se le humedecían.
—¿Por qué queréis volver a esa celda? —les preguntó Agustín—, ¿no tenéis donde vivir?
—No es eso. Es que estamos de gira permanente… —le explicó Álex.
—Qué emocionante… —dijo sinceramente Agustín.
—Pero, Patrón; si nos quedamos enserrados no podremos seguir con la gira para conseguir más fans y vender más… ¿Y qué será de mi pobre madresita?
Una bombillita se encendió en la cabeza de Álex.
—Vale, ya no queremos volver al calabozo —les dijo—. Pero llevadnos a la próxima ciudad para dar un concierto.
—¡Eso está hecho! —gritó Mirelle llena de alegría.
Y mientras las sirenas de policía gritaban una alegre melodía por todo el lugar, Tadeo pisó a fondo el acelerador de la furgoneta sin pensar en cuántos controles policiales tendría que saltarse ni a cuantos guardias atropellar. Todo sea por el grupo.