13 ene 2011

Drunk Rhapsodists Night Club - 4


Pista 4: ¡Es él!

—¡Eh! ¡Un bar de aficionados! —exclamó Álex mientras miraba distraído por la ventana—. Para aquí.
La furgoneta frenó en una pequeña calle radial de Old Pork (también conocida como “Pork” o “Ye Olde Porke” para los nostálgicos), la mayor ciudad del país. Habían llegado por los pelos tras haber esquivado a un nada desdeñable contingente de las fuerzas del orden, pero por fin estaban en la gran ciudad y podían disfrutar de sus luces aunque fuese mediodía y todo estuviese apagado.
—¡Croa! ¿Actuaremos ahí esta noche, jefe?
—Por supuesto, Genutto.
—¡Gñi! —exclamó Pitch.
Sus fans se volvieron esperanzados hacia ellos.
—¿De verdad? —preguntó Mirelle con cara de cordero degollado—. ¿Podré ir?
—Podremos —la corrigió tímidamente Agustín.
—¡Calla, imbécil! —le reprendió Mirelle antes de volverse de nuevo hacia Álex—. ¿Podremos, podremos?
—Claro, en cuanto les diga quiénes somos nosotros y quiénes sois vosotros no habrá ningún problema.
Mirelle empezó a gritar con todas sus fuerzas de la emoción mientras agarraba a Tadeo.
—¡Me haces daño!
Mientras tanto Álex ya había abierto las puertas y salía sujetándose recatadamente la falda.
—En pie, chicos, no hay tiempo que perder.
Éstos le siguieron rápidamente. Genutto depositó el portátil en las manos de su dueño original.
—Gracias. ¡Croa!
Salieron todos y cerraron las puertas a sus espaldas.
—Jefe, ¿qué te pasa? Apenas has tratado a esa belleza… como sueles tratar a las bellezas —se preocupó Genutto—. ¡Croa!
—Pues ni idea… Será que no es lo bastante guapa…
—¡¿Qué no?! ¡Croacroa! ¡Si yo no tuviese novia…!
—Pues mi sexto sentido habrá empezado a fallar…
Entre tanto en la furgoneta de la CASBA:
—¿Habéis oído cómo me hablaba? —preguntaba Mirelle, extasiada—. ¿Y cómo me miraba? Seguro que está coladita por mí…
Tadeo y Agustín intercambiaron miradas, intentando decidir algo silenciosamente.
— Es tan guapa…
—Hermanita… —se atrevió Tadeo—. ¿A quién te refieres exactamente?
—¿A quién va a ser? A Álex, Alexandra.
Los dos nerds intercambiaron miradas nerviosas. Agustín hacía unos indescriptibles gestos con las manos.
—Esto… —comenzó Tadeo.
—¡¿Qué pasa?! ¿Tenéis problemas con mi inclinación sexual? —les espetó ella.
Agustín se arrastró hacia el fondo de la furgoneta. Tadeo se acercó a la ventanilla.
—No, es que…
—¿O es sobre Alexandra? ¡¿No os parece lo bastante buena?! ¡¡¿Eh?!! —les gritó. Su rostro parecía deformarse con cada sílaba.
Agustín se hizo un ovillo. Tadeo intentaba protegerse la cara con las manos y no orinarse encima al mismo tiempo.
—No, no… —sollozó.
—Bien —se calmó Mirelle—. Lo que no entiendo es por qué siempre le llaman “jefe” o “patrón”… Será una coña entre ellos.
Se sonrió. Entonces miró a su alrededor y vio el despojo humano en el que se habían convertido de forma esporádica sus compañeros.
—Vamos, chicos, arriba ese ánimo, esta noche nos vamos de concierto —les animó—. Venga, Tadeo, conduce hasta una pensión.
El pobrecillo dio al contacto intentando emitir el menor ruido posible.
Horas más tarde Agustín miraría su portátil para descubrir que Genutto había batido todos sus récords en varias decenas de millones de puntos.
▼▼▼
—Así que queréis actuar… —corroboró el encargado del bar.
Había salido un momento por la salida de emergencia a echar un cigarro cuando aquellos tipos tan extraños le habían asaltado. No le había dado tiempo a decir “tomad mi cartera” cuando le explicaron que eran un grupo de música.
—Bien, normalmente no hacemos esto —les dijo—, pero nos ha fallado una chica y queda un hueco.
Los miembros de Steel Bitch le miraron esperanzados.
—¿Sois buenos?
—¡Los mejores! —exclamó Álex, que hoy llevaba un vestido ancho y azul oscuro.
—¡Steel Bitch! ¡Croa!
—Bueno, entonces supongo que no habrá problema…
—Bien —dijo Álex volviéndose a los demás—, vamos a prepararnos.
—Daos prisa —les acució el encargado—, salís en cinco minutos.
—No importa, ya casi estamos.
—Bien, más os vale no cagarla.
Apagó su cigarro y se volvió hacia la entrada.
—Señor —le llamó Álex.
—¿Sí?
—Tenga, ¿puede leer esto cuando nos presente?
El encargado cogió una tarjeta y se la guardó sin apenas leerla.
—Claro, no hay problema.
Y dicho esto volvió a entrar por la puerta.
Los miembros del grupo se quedaron solos en la puerta.
—Bueno… —suspiró Álex—. Alguien tendrá que decirle a nuestro club de fans que al final vamos a tocar.
—¡Gñi!
—Está bien, Pitch, ve.
—¡Croa! ¡Seguro que ese animal se pierde! ¡Iré yo!
Genutto y Pitch intercambiaron miradas de odio encarnizado. Deslizándose como samuráis antes de un duelo se observaron buscando puntos bajos en la guardia del contrincante. Álex les miraba llevándose una mano a la frente.
De pronto Genutto hizo un movimiento repentino para iniciar la carrera, pero antes de que llegase a dar un paso Pitch se abalanzó sobre su desvalida pierna y le arreó un mordisco que le puso los cojones por corbata. Y, mientras se retorcía y lloriqueaba en el suelo, la mapache, victoriosa, corrió a través del callejón.
—Seguro que ha huido con todo nuestro dinero —se quejó Genutto desde el suelo—. ¡Croa!
—¿Qué dinero? —le preguntó Álex.
—¡Seguro que tenía y no nos lo dijo para poder robarnos más fácilmente!
Pasaron los minutos y Pitch no volvía.
—¡Croa! Ya casi nos toca —anunció Genutto asomado a la salida de incendios.
—¿Qué vamos a hacer? No podemos actuar sin Pitch… —se lamentaba Álex.
—Oh, sí que podemos. ¡Croa!
—No, manito, sin la mapachita no podemos hacer nada… —corroboró Tomás.
—¿Veis? ¿Qué os decía del dinero?
—¡Tenemos que ir a buscarla!
—No hay tiempo. ¡Croa!
—Pero…
Álex empezó una réplica, pero no le dio tiempo a acabarla cuando oyeron la voz del organizador desde la puerta:
—Damas y caballeros. El próximo grupo es un añadido de última hora. Se llaman Steel Bitch y me han pedido que les lea esto:
Sacó la tarjeta y empezó a leerla, mientras su cara cambiaba.
—“Encomiéndense a su dios, sujeten a sus pingüinos y recen lo que sepan, la banda más humunguosa del planeta está aquí para destrozar sus oídos y sus penes”. Un aplauso…
Los Steel Bitch intercambiaron miradas mientras oían el aplauso.
—No podemos esperar. ¡Croa!
—Está bien, está bien. Con Pitch o sin ella vamos a salir ahí y a darlo todo. ¿Estáis conmigo?
—¡Hasta tu muerte!
—Así se habla, patrón.
Al momento subieron al escenario y se pusieron firmes frente al público, que continuó aplaudiendo con la expectativa de que el espectáculo empezase… Ilusos, no sabían que ya había empezado.
Genuttó extrajo un cigarro de su capa y lo encendió mientras Tomás se buscaba bolitas de lana a ciegas en la máscara y Álex empezaba a hacer el autodefinido de de un ejemplar del The Porks que habían hurtado.
En ese momento entraron los chicos —y la chica— de la CASBA en el local, ni rastro de Pitch. Genutto los vio y decidió informar a Álex.
—Jefe… —llamó mientras le daba en el hombro.
—Déjame, Genutto —le dijo mientras dibujaba un culo al lado del crucigrama—, me estoy concentrando en la actuación.
Al verlos Mirelle gritó con todas sus fuerzas, se subió a los hombros de Tadeo y se levantó la camiseta. En algún planeta lejano dos continentes colisionaron.
—¡Jefe! ¡Croaaa!
—Genutto, déjate de tetas y concéntrate en la actuación, creo que al público le gustamos.
El público, de hecho, había empezado a abuchear —excepción hecha de los siempre animados miembros de la CASBA—.
Ante estas palabras Genutto casi se arrancó la máscara al llevarse las manos a la cara.
—¡Ambulancia! ¡El jefe se muere! —gritaba cuando saltó para sujetarlo como si fuera a desmayarse.
—¡¿Pero a ti qué te pasa?!
—Jefe, nadie sano puede quedarse tan pancho al ver eso. Es como una pelea de mamúts pelones. ¡Croacroa!
—Está bien, puede que me pase algo…
—¡Desde luego! ¡Tenéis mucho que aprender, chumachos! —les gritó una voz desde un lateral del escenario.
Los tres Steel Bitch que había sobre él se volvieron para mirar, aunque Tomás no se detuvo en sus guturales coros. Contra la luz de un foco se recortaba la figura de un hombre alto.
—Os voy a rescatar, pero sólo por esta noche.
Dio un paso al frente y se dejó ver como un tipo normal, con traje de ejecutivo y la cara tapada por una bolsa de papel con sendos agujeros para los ojos.
—¡Es él! —gritó Genutto.
—¿Le conoces? —le preguntó Álex.
—No, ¿pero es que él no es él…? ¡Malditos travestis!
El tipo dejó escapar una corta risotada.
—¿De verdad no me reconocéis? Dais pena…
—¡¿Quién eres?!
—Soy, Nemo, vuestro miembro de apoyo.
—No tenemos miembro de apoyo… —se extrañó Álex.
—Vuestra página web no dice eso —le replicó mostrando una captura impresa de la página hecha por Agustín con una foto en la que se podía ver a los cuatro miembros de Steel Bitch tomando algo en un bar con Nemo.
Tomás gritó de nuevo con un sonido que hizo helar la sangre de los espectadores.
—Bueno —dijo Álex cogiéndola y analizándola—, supongo que si está en Internet tiene que ser verdad…
—Estoy aquí para deciros que sólo vais a peor. Deberías aprender a tocar algún instrumento… Y rápido.
—¡No! ¡Croa!
—Demostraremos que podemos ser un gran grupo sin tocar.
—No, no podéis, reconocedlo.
Genutto y Álex intercambiaron miradas de duda e ira. Tomás, a lo suyo, hizo los coros de la canción.
—Despreciáis los instrumentos, pero no los conocéis… ¡Yo os demostraré la fuerza de la verdadera música!
Caminó hasta el borde del escenario y sacó su instrumento —musical—, respiró hondo y tocó una única nota.
Hasta entonces el público simplemente pensaba que estaban chalados, pero cuando vieron a un tipo que se acercaba, tocaba el triángulo y ponía una cara de satisfacción tal que si hubiese cambiado totalmente el panorama musical decidieron que se estaban riendo de ellos… Y a la gente no suele gustarle que se rían de ella.
—¡Ésos son! —dijo la voz del encargado desde un lateral del escenario—. A por ellos, Nudillos, Bacavurra.
Nemo hizo una reverencia y se dio la vuelta teatralmente.
—He de irme, señores, hasta pronto.
Y dicho esto salió corriendo en dirección contraria a los seguratas que se aproximaban a la banda que, una vez más cerca, reconocieron.
—¡Mira, Bacavurra! ¡Son esos tipos del bar!
—¡Los voy a estrangular hasta que no respiren! ¡Y entonces los mataré!
Álex tragó saliva.
—Dicen que hay crisis, pero hay gente que siempre encuentra trabajo, ¿eh? —intentó bromear con ellos con una sonrisa forzada.
No respondieron, sólo avanzaron como panzers hacia un soldado francés rindiéndose.
Los tres miembros de Steel Bitch que estaban sobre el escenario adoptaron posición de guardia. Tomás no dejó ni por un momento de seguir el ritmo —su propio ritmo— con el pie y de gritar cuando correspondía.
Cuando los dos grupos iban a chocar con Álex totalmente convencido de que posiblemente no con muy buenas expectativas para él, una sombra saltó desde el borde del escenario sobre la cabeza del que parecía ser Bacavurra, que soltó un grito antes de arrancarse a Pitch de la calva y lanzarla al suelo, al que cayó erguida.
El simiesco rostro de los dos abusones cambió como el efecto de un terremoto sobre un macizo montañoso. Ambos gritaron esta vez y se abrazaron como niñas asustadas.
—¡Es él!
—¡Sí! ¡Es ese bicho! ¡No dejes que me estrangule y luego me mate!
Pitch les gruñó y dieron un paso atrás.
El público se reía a carcajadas, por fin había espectáculo.
—¡Acabad con ellos! —gritó el encargado mientras subían más guardias—. ¡Echadlos de aquí! ¡Pero no quiero sangre!
Una docena de guardias se plantaron en el escenario y echaron a los asustados Nudillos y Bacavurra.
La batalla fue encarnizada y, aunque los de Steel Bitch se defendieron con uñas y dientes, terminaron en el callejón de atrás, arrojados por los goliáths del local.
—¡Y no volváis!
—¡Eh! ¡Yo tenía un sombrero! —les gritó Genutto.
—¿Y a quién le importa? —le espetaron cerrando la puerta en sus narices.
—Ah, no, espera, aún lo llevo.
Se dieron la vuelta para irse a algún otro bar, más animados que de costumbre: el público había aplaudido a rabiar por la pelea y viendo cómo se los llevaban y, como podían aceptar eso como parte de la actuación, ésta había sido un éxito.
Pero mientras se iban del callejón aún pudieron escuchar el eco de la voz del organizador presentando al siguiente grupo:
—Damas y caballeros esta noche el grupo más famoso del momento ha decidido honrarnos con su presencia a pesar de su apretada agenda. ¡Un muy fuerte aplauso para Light Silver Dominicus!
Giraron en redondo y se abalanzaron a la puerta del bar para mirar.
—¡Son ellos! —gritó Genutto.
Tres tipos tocaban una genial balada sobre el escenario mientras la gente les gritaba.
—Sí, Genutto… Nuestros rivales —suspiró Álex.
—¡Qué cabritos! —exclamó Nemo mirando por encima de sus cabezas tras llegar de pronto.


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