19 feb 2011

Drunk Rhapsodists Night Club - 5


Pista 5: Insane

«Hacía muchos años que no pasaba por esta ciudad podrida; una calabaza rezumante de hiel transportada por querubines melodiosos sobre una cúpula arbórea de sangre y orines… Pero basta de poesía, hay trabajo que hacer. Me llamo Detective Insane, pero todos me llaman sólo Insane. Mis padres tenían claro mi futuro laboral. Estoy en esta ciudad de pecado y vicio cumpliendo con mi trabajo: encontrar a tres fugitivos y un mapache. La vida no es fácil para un detective recién salido del manicomio, pero gracias a mis grandes dot…».
—¡Tenga más cuidado, señor! ¡Ha interrumpido usted mi soliloquio!
—Perdón, ¡croa!
«¿Por dónde iba? Ah, sí, iba a decir que gracias a mis grandes dotes de detective encontraré a ésos… ¡Un momento!».
Se giró y miró la calle vacía.
—Mi presa se ha escapado… Es evidente que son unos rivales a mi medida…
▼▼▼
—¿Quién era ese tipo de la gabardina con el que hablabas, Genutto?
—Un chalado, ¡croa!
—Es que no me pareció trigo limpio… ¿Seguro que no has estado otra vez comprando maíz de contrabando?
—Lo juro por mi sombrero.
—Habrá que fiarse…
—¡Gñi!
Llegaron hasta un banco de un parque cercano y se sentaron a mirar las estrellas. O eso dirían para no tener que reconocer que dormirían en él. Álex, que llevaba un corto vestido de enseñar carne, se puso a Pitch en las rodillas y empezó a pasarle la mano por el lomo mientras el sopor se apoderaba del animalito.
Ninguno habló durante un rato largo mientras miraban al cielo y la mano de Álex seguía pasando cadenciosamente sobre el lomo de Pitch.
—Hay que hacer algo. ¡Croa!
—Sí, patrón, los tenemos muy serca.
—¿Y qué hacemos? —les preguntó Álex, más para él mismo que a los demás.
—¡Ir a por ellos! ¡Croacroa! ¡Les destrozaremos en un duelo de bandas y nos haremos más famosos aún!
—¿Tú crees, Genutto?
—¡Sí! ¡Seguro que en el concierto nos vieron y ahora mismo están temblando!
—Tienes razón, hay que averiguar dónde están… ¿Alguien vio en qué dirección se fueron?
—No, jefe, ¡croa!, sus guardaespaldas debían medir cuatro metros por lo menos… ¡Y tenían troncos de árboles por brazos! Y a lo mejor vosotros no, pero yo los vi de escupir fuego por los ojos…
—Mpf… —corroboró Tomás.
—Hablando de otra cosa, ¿quién era ese tipo?
—¿El de las patadas en la barriga? —preguntó Genutto.
—No, hombre, el que se plantó en medio del escenario tocando el triángulo.
—¡Ah! ¡Él! Pues… Pues…
—¿Qué? ¿Has recordado algo?
—No, ni idea. ¡Croa!
—Soy vuestro miembro de reserva, ya os lo he dicho. Y me llamo Nemo —dijo una voz a sus espaldas.
Cuando se giraron el tipo saltó por encima del banco y de sus cabezas.
—Y dicho esto me voy.
Y dicho eso se fue corriendo.
—¡¿De dónde ha salido?! —se preguntó Álex.
—¡A por él! —dijo Genutto como única respuesta saltando del banco y corriendo tras el tipo de traje.
Tomás le siguió gritando con todas sus fuerzas —por algo es corista— y Álex quedó rezagado, corriendo tras ellos llevando a la dormida Pitch en brazos.
Y así le persiguieron bajo las estrellas.
▼▼▼
Bajo las mismas estrellas Insane recogía sus pruebas.
«Bien esto es to…»
—Perdón, me dejé conectada la voz en off. Quería decir que ya tengo todo lo que necesito.
Usando su fiel palanca hizo palanca —valga la rebuznancia— y arrancó un buzón con forma de casita de una pared.
—Bien, Jessica, ahora juntémoslo todo.
Cogió el buzón bajo el brazo, se metió la palanca en la pistolera reglamentaria y se escabulló entre las sombras.
Minutos más tarde estaba en un callejón oscuro. Había puesto el buzón junto a un viejo televisor con la pantalla rota y un envoltorio de helado con sabor a chorizo. Se sentó y empezó a observarlos muy detenidamente… Pensamientos a millares recorrían su mente mientras centraba su atención en sus “pistas” y de pronto se levantó y dijo:
—¡Europa! Está claro que alguien usó este televisor para ver las noticias, el furbo y, por supuesto ¡programas del corazón! Dado que sus presentadores sólo pueden ser definidos como cerdos eso nos lleva a la segunda pista porque, ¿qué se hace con el cerdo? ¡Chorizo! ¡Como el de este delicioso helado! O eso pensé al principio, porque en realidad el televisor fue propiedad de la misma persona que este buzón, que es un cerdo porque está lleno de inmundicia. Sabiendo eso podemos decir que el hombre podría no tener muy buenas relaciones con su cartero por lo que podría haberse producido una reyerta que terminara con el lanzamiento de un objeto contundente que acabase con el televisor… Hasta que me percaté de que tengo el envoltorio del helado, pero no el palo, lo que quiere decir que la persona que lo compró no se lo comió en el mismo sitio sino que se hallaba en movimiento… ¡Pero no! ¡Lo más probable es que se llevara el palo con algún otro fin! ¡Otro fin que no podía ser sino afilarlo y ensartar con él al maldito cartero que rompió su televisor! Luego si sabemos que el peso atómico del chorizio es humuguoso entonces…
Y sin decir nada más echó a correr. Los neones de la ciudad se reflejaban en su gabardina y su sombrero grises.
▼▼▼
—¡¿Dónde te has metido?! —gritó Genutto al aire. Le habían perdido la pista.
Llevaban un cuarto de hora dando vueltas por el Parque Periférico de Pork y finalmente aquel tipo que se hacía llamar Nemo había desaparecido.
Tomás y Álex, a los que Genutto había cogido bastante ventaja, por fin le alcanzaron mientras éste se dedicaba a buscar tras los árboles.
—¡Sal de ahí! ¡Croa!
Álex aún con Pitch dormida en los brazos paró en seco y se puso a jadear:
—Y-Ya basta, Genutto, se nos ha… escapado…
—¡Nunca! ¡Croa! —gritó mientras trepaba a la rama de un árbol y oteaba los alrededores.
Pero de pronto algo golpeó con terrible fuerza el árbol y Genutto cayó al suelo junto a un miríada de hojas. Se levantó frotándose el pandero.
—¿Pero qué…? —empezó a preguntar.
—¡No opongan resistencia! —gritó una voz entre los árboles.
Los miembros de la banda dirigieron miradas intrigadas a esa dirección.
Un hombre con gabardina, sombrero, vaqueros y una camiseta verde y rota salió de entre la vegetación. Caminaba con paso firme, con las manos en los bolsillos de la gabardina y sus ojos estaban clavados en nuestros amigos.
—No intenten huir, no podrán escapar a mis asombrosos poderes deductivos.
—¿Quién cojoños eres? —le preguntó Álex.
—Mi nombre es Insane… Y van ustedes a venir conmigo.
—¡¿Pero tú quién te has creído?! —le preguntó Genutto, bastante más enfadado de lo habitual.
—No quiero usar la violencia, caballeros…
—¡Mala suerte! ¡Croacroacroa! —le gritó lanzándose sobre él con la nariz en ristre.
Cuando la fatal estocada nasal iba a golpear a Insane éste, con un único movimiento, extrajo su palanca —o “material de recopilación”— y bloqueó el brutal ataque. Genutto forcejeó un poco, intentando ganar en fuerza al bloqueo del detective, pero cuando vio que sus fortalezas eran equiparables retrocedió unos pasos.
—¡Croa! —le gritó mientras le estudiaba.
Insane no se dejó amilanar y le esperó sereno.
El pseudotengu, como un toro embistiendo, volvió a lanzarse sobre su rival, pero en esta ocasión dirigiéndole largas series de estocadas. Si la fuerza no servía, ganaría la destreza. Aunque, para su frustración, Insane las desviaba todas.
—Pitch, es un buen momento para que despiertes —dijo Álex al mapache que aún llevaba en brazos y que, con todo, no parecía dar muestras de querer levantarse.
Álex apretó muy fuerte los ojos hasta que le dolieron y empezó a intentar evadirse de la realidad:
—Estoy rodeado de chicas en bikini, estoy rodeado de chicas en bikini, estoy…
Entretanto los dos inusuales espadachines seguían su duelo bajo los árboles mientras Tomás escalaba el más cercano a la liza. Una vez en una rama que consideró adecuada se puso en pie, se presignó y como si saltara desde las cuerdas del ring se lanzó sobre el desprevenido, o al menos eso parecía, Insane.
No obstante éste se apartó del alcance de Genutto alejándolo de una proverbial patada en la boca y, exhibiendo la puntería de un bateador, golpeó a Tomás en la sien antes de que llegase a caer sobre él. En su lugar fue a dar con el suelo, inconsciente.
—Touchdown! —gritó con una sonrisa demente.
—¡Pitch! —gritó Álex incapaz de mantener la concentración en sus féminas imaginarias.
Genutto, cegado por la rabia, realizó una tercera envestida. Fue una pena que Insane se apartase en el último momento y su larga nariz fuese a clavarse en el tronco de un eucalipto. Lo último que oyó antes de caer inconsciente fue el zumbido de la palanca cortando el aire.
Con los dos inconscientes el detective se volvió hacia Álex —y por efecto colateral también a Pitch— y lo señaló con el dedo.
—Quedáis todos detenidos.
—¡¿Pero qué quieres de nosotros?! —preguntó Álex, atemorizado.
—Deteneros por fuga y resistencia a la autoridad entre otros delitos… No opongáis resistencia, soy el detective Insane.


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