Te pasarás todo el mes yendo a puestos de adivinos para destruir sus juegos de cartas de tarot mágicos que alteran la realidad. Que vale, que que te digan exactamente lo que va a pasar está bien y todo eso, pero no merece la pena esperar a que dos de esas barajas se contradigan y causen una brecha en el tejido de la realidad. Después pedirás una pizza.
Mientras esperas por el metro, decidirás matar el tiempo dejando que un adivino te lea el futuro. Sus cartas dirán que en algún momento del mes acabarás en la India, lo quieras o no. Te parecerá una chorrada porque no tenías ningún plan de irte de vacaciones a la India, pero una serie de incidentes sin sentido (una confusión en el tren que habías cogido, una llamada equivocada y un secuestro frustrado), acabarás, en efecto, en la India. Te llevará varias semanas encontrar la forma de salir de ahí, y básicamente dedicarás ese tiempo a oler las especias de los puestos de la zona.
Irás al adivino con el tarot superefectivo del que todo el mundo habla para que te lea el futuro, esperando secretamente que te diga cuándo acabarás teniendo pareja y quién será. Por desgracia, el adivino saltará una carta que solo dice "vale por una televisión". Te dirá que has ganado una televisión en un sorteo, y que llegará a tu casa de un momento a otro. Y así será, cuando llegues a tu casa verás un televisor en una caja de cartón delante de tu puerta. ¿Qué cojones?
Ese maldito adivino callejero tenía razón: hay un tornado en vuestro baño y amenaza con destruir toda vuestra casa. Luchar contra una fuerza de la naturaleza y estar a punto de morir os unirá como hermanos, pero como es costumbre cuando pasan esta clase de cosas, en algún momento empezaréis a llevaros mal y el gemelo malo entrará en modo asesino y todo se irá otra vez a la mierda.
Tal y como predijo el tarot, este mes encontrarás el amor. En efecto: volverán a vender tus galletas favoritas.
Irás a uno de esos puestos de tarot superefectivo para ver qué te depara el futuro si es que funciona, y obtener el secreto de cómo estafar de manera eficiente a tanta gente si no funciona. El adivino te pedirá que saques una carta, y eso harás. Sacarás el comodín. El adivino dirá, sin tratar siquiera de ocultarlo, que esa carta no pertenece a la baraja y que no sabe qué es lo que te va a pasar, así que seguramente tendrás un mes completamente corriente y anodino. El maldito acertará.
Los arcanos lo han dicho y tenían razón: un día cerrarás una puerta de tu casa con tanta fuerza que saltará de ella una chispa que prenderá fuego a tu casa. Pensabas que la predicción era una chorrada así que no te habías preparado para el incendio, así que ahora te toca pagar con las consecuencias. Aunque realmente no es para tanto, tienes cinco mansiones más, todas ellas intactas.
Un día, en una marquesina, alguien empezará a leerte el futuro con una baraja de tarot (por supuesto, después no te dejará tranquilo hasta que le pagues por el servicio). Su predicción se volverá correcta, contra todo pronóstico: tus vacas aprenderán a cocinar y te prepararán la cena de ahora en adelante. No estás seguro de cómo es siquiera posible cocinar sin manos, pero se apañarán. Jodidamente increíble.
Las cartas predecirán que tendrás un accidente de avión, así que te sentirás ligeramente aliviado al saber que no tienes ningún ticket para volar ni planeas hacer ningún vuelo de última hora. Pero eso no importará en absoluto: un avión se estrellará contra tu principal medio de transporte, causando un extraordinario y jamás antes visto accidente de tráfico contra un avión. Te pasarás el mes en el hospital con prácticamente todo el cuerpo roto, pero al final te mandarán a casa. No tendrás demasiado claro de si es que estás curado o es que ya te dan por imposible.
Un día, sin querer, conjurarás una baraja de tarot que altera la realidad para hacer sus predicciones correctas. Decidirás dejarla con alguien que sepa exprimir todo su potencial, sin preocuparte demasiado por el daño que pueda causar al tejido de la realidad porque sabes que al final la situación se resolverá sin necesidad de que intervengas. No podría ser de otra forma.
Un día encontrarás en tu puesto una baraja de tarot. Tras hacer un par de predicciones de prueba (como manda la tradición familiar), te darás cuenta de que tu baraja tiene una precisión del 100%. Empezarás a ofrecer tus servicios como adivino a todos los que lo deseen (y a los que no, pues también) y ganarás bastante dinero, pero las cartas predecirán que lo perderás todo de repente. Decidirás disfrutar del éxito mientras dura porque no puedes enfrentarte al destino; y en efecto, un día encontrarás tu baraja ardiendo en colorines de una forma que parece estar gritando "destrucción de algo que no debería existir para impedir una catástrofe" y una bandada de cuervos robará todo el dinero que has ganado con el tarot. Al final no importa tanto, puedes leerle el futuro a las gentes de a pie y fingir que sigue siendo igual de efectivo.
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