10 feb 2011

El príncipe Cipollón

Venid y oíd la historia
del príncipe Cipollón
hecha a la castellana manera
por el maestre Agüera
que, aunque poco docto en letras,
tiene guasa el cabrón.
Y os contará del grande llanto
que recién llegado de la batalla
con la lanza en la mano
y sin saber donde templarla
le afligía en una villa del país.
¡Ay, pobrecillo de mí!
¿Qué pecado cometí?
¿Por qué merezco
tanto dolor cojonil?
¡Vengo de Estambul!
¡Vengo de la Cruzada!
¡Y no hay quien se desahogue
con tanta mora tapada!
¡Vengo de Jerusalén!
¡Vengo de Lepanto!
¡Y sabe Dios que no me aguanto!
¡Gracias a él que no quedé manco!
Tengo la punta de la lanza
como recién salida del herrero.
¿No le podré hallar astillero
sin mucha tardanza?
Ahora en tierras de Europa
la primera mujer que hallar
por cierto la ensartaré
y ensartaré hasta saciarme.
Sea noble o plebeya
sea la más fea o muy bella,
sea puta o sea doncella,
cenicienta o Cinderella,
por cierto ensartarela.
¡Ay, mas qué contrariedad
cuando quien se cruza
es mujer de avanzada edad!
Primaveras más de setenta,

una pasa la cara,
la boca un abrelatas
y un trapo cada teta.
Mas Cipollón como cristiano
guarda su promesa
maldiciendo por san Jorge
encontrar tanta aspereza.
Y se va riendo la vieja
por el lanzazo
dejando al príncipe triste
y cabizbajo.
Pero ya curado del susto
y viendo su lanza aún en ristre
no tarda en decidirse
a buscar mujer más de su gusto.
Y vuelve a jurar:
a la que se cruce
por Cristo y sus santos
que la he de ensartar
y más le vale ser
noble y doncella
y además bella
pues no me podría resistir,
aunque de nuevo fuera la vieja.
¡Ay, qué casualidad,
aparece la vieja una vez más!
Eso le pasa a Cipollón
por no saber callar
y blasfemar contra el señor.
Y exclama:
¡oh, qué coño…!
¡Venid, que os doy hasta en el moño!
Y estando en este trance
Cipollón pregunta extrañado:
¿cómo es que antes era un erial
y ahora hállolo húmedo y lubricado?
¡Hasta da repelús!
Tiene fácil respuesta, caballero:
antes era costra
y ahora es pus.

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