24 jul 2015

Guía para la bida: cómo resolver duelos a muerte con difuntos


¿Nunca os habéis sentido un poco mal porque el abuelo nunca llegó a resolver esa causa de honor que tenía desde 1967 con el vecino? Cincuenta años diciendo que mañana lo retaría a duelo, pero siempre lo dejaba para el día siguiente. Pues no os preocupéis, porque hay una forma de resolverlo. No mucha gente está al corriente del trámite administrativo que permite a dos difuntos batirse en un duelo a muerte, pero puede ser muy útil en esta clase de casos.

Si tienes algún difunto con una disputa pendiente, puedes enviar una carta al presidente solicitándole que permita un duelo a muerte póstumo. Da igual qué presidente, puede ser el del gobierno, el de tu asociación de vecinos o ese señor tan gracioso que se pasea por ahí con chaqueta, pero sin pantalones.

Él se encargará de investigar el asunto y, si en efecto encuentra que el difunto requiere una satisfacción, enviará respuesta con el permiso. Será entonces cuando un apoderado visitará a aquel que puso en duda el honor del difunto, le expondrá la situación y le cruzará la cara antes de exigir satisfacción. Por supuesto puede darse el caso de que la otra persona también haya fallecido, en cuyo caso será necesario que sus herederos también determinen un apoderado.

En el caso de que haya medios nigrománticos disponibles, el duelo puede llevarse a cabo de forma habitual y termina cuando alguno de los dos difuntos no puede moverse. Para esta particular variedad de duelo es común armar a los difuntos con martillos de guerra y mazas para hacer que la cosa vaya más rápido. Pueden aplicarse reglas adicionales para limitar la ventaja de uno de los difuntos si su estado de putrefacción es mucho menos avanzado que el de su adversario.

Un caso especial de este tipo de duelo fue el combate entre el Dalai Lama y Ghandi (parte 1 y parte 2). Normalmente un vivo no puede retar a un difunto, pero el lama se lo permitió a sí mismo de forma excepcional tras declararse oficialmente "presidente del budismo".

Si no hubiera nigromancia disponible por cualquier motivo, el combate debería llevarse a cabo por medio de campeones. Dos equipos de tres personas deberán reunirse (preferiblemente en la cima de Mount Metal, el sitio tradicional para resolver estas cosas) portando máscaras con la cara del difunto al que presentan, martillos de guerra y mazas y bikinis rituales. El combate en sí es generalmente solo para lucirse y se resuelve cuando alguno de los miembros de un bando huye del área designada ante la amenaza de un martillazo en las partes nobles.

Como último caso existe, por supuesto, la posibilidad de que la persona retada siga viva. En ese escenario se seguiría una dinámica especial. Sobre la tumba del retador se montaría una máquina especial de Dance Dance Revolution sobre la que el retado deberá bailar. Si obtiene un número mínimo de puntos (que el presidente deberá decidir en función de la gravedad de la falta de honor cometida), se considerará que el dios del baile le ha sonreído y por tanto no era suya la culpa. Si por el contrario no consiguiera ese número mínimo de puntos, su baile se considerará cuanto menos ofensivo y será ejecutado por él.

Esperamos que esta pequeña guía os ayude a agilizar estos complicados proceso burocráticos y pronto vuestros bisabuelos y tatarabuelas puedan descansar con honor. ¡Nos vemos en la próxima!

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